Un Análisis Colorido
Introducción:
Esta actividad invita ha usted el lector a identificar elementos gramaticales y el uso correcto de las letras B, V, LL, Y, S, C, Z y CH. Y los SUSTANTIVOS, ADJETIVOS, ADVERBIOS, PREPOSICIONES, CONJUNCIONES, PRONOMBRES, y VERBOS. Para facilitar el aprendizaje y hacer el análisis más visual, cada categoría gramatical y ortográfica será resaltada en diferentes colores, permitiendo patrones ortográficos y gramaticales en un contexto narrativo. A través de esta práctica, desarrollarás una comprensión más sólida del lenguaje, mejorando tanto su precisión ortográfica como su habilidad para analizar la estructura gramatical de los textos en español.
CAPÍTULO V
"¡La bailarina, la bailarina!", se escucharon los gritos de voces infantiles que resonaron en la cabeza de Frida como un eco tonto. Abrió los ojos para encontrarse con un cielo azul eléctrico que se arremolinaba con nubes de pinceladas de algodón de azúcar ocupadas en seducirse con caricias y arrumacos y que a ella le recordaban un gran caldo en ebullición. Notó que las palabras provenían de un gran árbol de aguacate de hojas enormes como sábanas. En la copa de la floresta, un par de changuitos araña brincaban en su fandango, haciendo bromas que invariablemente terminaban en carcajadas de aromática menta. Frida se incorporó sin perder de vista al par de monos que habían decidido hacer de ella el blanco de sus burlas.
-Yo no soy bailarina, tengo una pierna afectada por la polio... -les gruñó levantándose la falda hasta la rodilla para mostrar su raquítica pierna, semejante a una varita de canela.
Los monitos se asomaron para analizar el miembro con detenimiento. Uno, imitando a un doctor, se colocó un par de espejuelos. Durante un minuto, entre muecas exageradas, inspeccionaron a Frida. Se miraron seriamente entre sí, y remataron en una carcajada olorosa a manzana fresca. -¡Tiene la pata chueca! ¡Tiene la pata chueca! -cantaron con desparpajo. Frida se levantó del suelo molesta, sintiéndose desubicada al descubrir el extraño lugar donde había recobrado el conocimiento. Su mirada buscó infructuosamente algún objeto para arrojárselos y romperles la testa a fin de acallar así sus malintencionados comentarios.
-¿Y quiénes son ustedes? Supongo que unos léperos, así se entretienen en la calle soltando majaderías a cualquier mujer que se les cruce...
-¡Vaya que tenemos nombre! Y si no te gusta, poseemos varios para dar y regalar... Mis amigos y parientes me llaman el honorable señor Chon Lu, pero como tú no eres ni lo uno ni lo otro, puedes llamarme "señor"...
Frida golpeó molesta el piso, lo cual ocasionó que las carcajadas se extendieran como disco rayado. Al darse cuenta de que era inútil razonar con ellos, les gritó una sarta de palabras altisonantes que hizo que la pareja de cómicos peludos se escondieran detrás de los árboles. Satisfecha por su logro, se dedicó a investigar el paraje con la vista: se encontraba en medio de un gran espacio que se extendía para perderse en el desfile de casas que formaban una gran plaza. Seguro estaba cerca de Coyoacán, pues entre las fachadas reconoció los arcos del parque y distinguió también La Rosita, una pulquería cercana a su casa. A lo lejos vio la cúpula y las torres de la iglesia, e incluso creyó oler los vapores del atole caliente. Todo el lugar estaba iluminado por miles de velas que danzaban al ritmo de las llamas consumidas por la cera. Las había grandes y robustas, chicas y desgastadas. Todas tan distintas como personas hay en esta vida. Entre esas candelas, la sombra de Frida trataba de alcanzar una mesa elegantemente adornada con flores y frutos tropicales que enseñaban sus interiores carnosos cual lujuriosos exhibicionistas. Había platones con guanábanas, granadas y sandías sonrojadas, que compartían su espacio con un enorme pan de muerto cuyos huesos, perfectamente labrados, estaban cubiertos por exquisita azúcar. -¡Bienvenida! Hemos invitado a todos para la celebración -le dijo uno de los convidados al banquete.
Se trataba de una calavera de papel maché que sorbía con deleite una tacita de chocolate en la que remojaba una rebanada de pan de muerto. Al ver a Frida, se expandió la cuenca de sus ojos y sus dientes se volvieron una mazorca sonriente. A su lado un Judas de cartón se reía moviendo sus enormes bigotes. Sus cohetes le rodeaban como un espino. Y en la esquina, la escultura precolombina de una mujer embarazada que presumía su hinchada panza soltando frases en náhuatl mientras su feto se revolcaba como ratón dentro de un queso.
-¿Y qué celebran ustedes? Aún falta mucho tiempo para el Día de Muertos -reclamó Frida, notando que ya no estaba desnuda ni herida. Ahora vestía una larga falda color fresa con bordados en chabacano que retozaban como perritos con las flores de su blusa, enroscándose en tejidos oaxaqueños y persiguiéndose en bordados tarahumaras. Al verse tan engalanada y peinada con una complicada trenza, decidió integrarse al convite formado por esos insólitos personajes prófugos de su más alocado sueño.
-Aquí todos los días son Día de Muertos-explicó la calaca cortando un trozo de pan que al contacto con el cuchillo despidió un delicioso aroma de azahares.
-¡Ya le tocaron los huesos del pan! ¡Ya se la llevó la tilica y flaca! -gritaron desde su escondite los monos araña entre chocantes carcajadas.
Frida se limitó a enseñarles la lengua, acción poco educada pero bastante reconfortante. En ese momento, su razón colocó los tabiques del entendimiento y comprendió que el convite se celebraba en un cementerio. Las lápidas miraban la fiesta con sus caras largas y los mausoleos hacían guardia cual soldados de un castillo lejano.
-Hay que esperar a la jefa para comenzar -anunció la calaca.
-A su majestad -agregó el Judas sin parar de reír. -A que llegue la señora -remató la escultura de piedra.
Todos me dicen el negro, Llorona,
negro pero cariñoso.
Yo soy como el chile verde, Llorona,
picante pero sabroso.
Y vaya que eran entonados. Esos cocos, chiles y duraznos sabían llevar muy bien el ritmo. Su canto invitó a bailar a un par de muñecas, una de cartón y la otra vestida de novia, que se sonrojaba ante las coquetas sonrisas de la sandía. Mientras se llevaba a cabo el espectáculo musical, se abrieron un par de cortinas a manera de telón para mostrar una engalanada figura vestida con falda rosa guayaba, salpicada de semillas tejidas y adornada con flores nerviosas que cascabeleaban sus pétalos. La blusa era todo un remolino en ebullición, donde los colores del chile luchaban por sobresalir sobre el negro mole de la tela.
La aparición de la mujer fue arrolladora, digna de una emperatriz, pero Frida se sentía frustrada al no poder ver la cara que se escondía tras el velo. Las frutas continuaron con su melodía, entonando para la recién llegada con bombo y platillo:
La pena y lo que no es pena, Llorona,
todo es pena para mí.
Ayer lloraba por verte, ¡ay, Llorona!
Y hoy lloro porque te vi.
La mujer levantó su mano izquierda, en la cual sostenía su corazón que palpitaba al ritmo de la melodía.
-La señora va a hablar-dijo muy solemne la calavera. -Jefa, échese una anunció el Judas sobando la panza de la escultura embarazada.
La mujer del velo giró hacia la recién llegada Frida. Usó las pinzas quirúrgicas que tenía en su mano izquierda para arrancar la vena de su corazón y una lluvia de sangre comenzó a manar salpicando su vestido. Entonces comenzó a recitar con voz tierna:
La vida callada
Dadora de mundos
Venados heridos
Ropas de tehuana...
La muerte se aleja
Líneas, formas, nidos
Las manos construyen
Los ojos abiertos
Los Diegos sentidos
Lágrimas enteras
Todas son muy claras
Cósmicas verdades
Que viven sin ruidos
Árbol de la Esperanza
Mantente firme.
Los aplausos retumbaron, y aparecieron nuevos comensales: un venadito nervioso, un perro desnudo parecido a un cerdo y un par de pericos del color del pimiento morrón.
-Yo conozco esa voz-dijo Frida-. La oí por primera vez cuando tenía unos seis años y viví intensamente la amistad imaginaria con una niña de mi edad. -La mujer movió la mano, invitándola a continuar su relato-: Fue en la ventana del que entonces era mi cuarto y que daba a la calle de Allende. Cubrí con un soplo de vaho los cristales de la ventana y con el dedo dibujé una puerta y por esa puerta salí volando alegre y presurosa. Atravesé todo el llano y me adentré al interior de la tierra, donde siempre me esperaba mi amiga. Era alegre y ágil bailarina que se desplazaba como si no tuviera peso alguno. Yo imitaba todos sus movimientos y mientras ambas danzábamos le contaba mis problemas secretos. Puedo asegurar que esa amiga eres tú.
-Yo lo recuerdo como si fuera ayer, Frida, mi linda ahijada Bienvenida a mi casa, adonde tú perteneces -le dijo la mujer.
El corazón hizo reverencia, saludando amablemente a la invitada.
-Si tú eres la que detiene el corazón y quita la vida, entonces estoy muerta? -pensó en voz alta la muchacha asustada.
En respuesta, la calavera solo le ofreció una sonrisa formada por dos elotes que desgranaban los dientes.
-Acudiste a mi llamado. ¡Celebremos tu llegada!
La muerte, generada con IA
Frida se levantó al tiempo que arrojaba su pan. Ese desplante, rudo y grosero, asustó a las calabazas, las cuales corrieron a esconderse detrás de las papayas, que rugían enseñando sus semillas.-Madrina, no quiero contradecirte, sé que no se te puede ganar pero creo que me engañaste, y de muy mala manera.
-¿Cuestionas lo que está escrito por el destino, niña?
-Ay, Madrina, yo apenas comenzaba a disfrutar de los placeres de la vida y ahora me sales con que la fiesta terminó. ¿Qué no sabes que quiero casarme con Alejandro y tener hijos? Además estoy lista para ser una gran profesionista y una bella dama. ¿Por qué pretendes arrebatarme esa oportunidad? No es justo, de ninguna manera.
-Nadie dijo que la vida es justa, simplemente es vida.
-Me hiciste trampa. Y a mí no me vas a ver la cara de tonta. Exijo, en nombre de la libertad que cada ser tiene por derecho propio, que me regreses a mi casa, porque Ale y mi familia deben estar preocupados por mí.
-¿Exiges? ¿Tú? Inocente Frida, tus ojos son tan mundanos que no entiendes que soy la más comunista de todos los seres. Para mí no existen ricos ni pobres, grandes ni pequeños. Todos, sin excepción, terminan aquí, conmigo.
Frida rebuscó en sus pensamientos y en cada rincón de su corazón, pues pasión por la vida era lo que le sobraba. Así que armándose de valor, murmuró:
-Debo seguir viviendo. Te lo pido por favor.
-No puedo mantener vacío tu lugar en mi reino. El orden es indispensable, y si se ha escrito que me perteneces, aquí debes estar le explicó con un tono maternal.
-¡Podrías poner mi retrato en ese lugar! Una pintura tan parecida a mí que al verla todos digan "es ella misma".
Su Madrina no contestó. Durante varios minutos todos permanecieron quietos. La calavera de cartón se empeñaba en masticar su pan en silencio y los monos husmeaban sin reírse en espera de la respuesta.
-Es posible que una pintura cubra tu lugar, pero te advierto que al pasar los años estarás cada vez más cerca de mí y te arrancaré en pedazos la vida que tanto añoras. Hay cosas que el hombre no puede deshacer, pero te concederé la gracia que me pides solo porque has logrado alegrarme la fiesta. Antes de que nos despidamos usaré el privilegio de ser tu Madrina para obsequiarte un pensamiento: Frida, ten miedo de lo que quieres... algunas veces se cumplen esos deseos.
-No te decepcionaré, Madrina. Prometo no olvidar nunca tu gentileza.
-Frida, si lo que tú deseas es brindarme pleitesía, habrás de hacerme una buena ofrenda cada año. Yo con felicidad disfrutaré los alimentos, flores y regalos que me ofrezcas. Te advierto: siempre desearás haber muerto hoy. Me encargaré de recordártelo cada día de tu vida.
-¿Una ofrenda en el Día de Muertos? ¿Eso deseas? preguntó apresurada Frida, como si no hubiera escuchado la advertencia de su Madrina.
Y sin más, despertó en el hospital de la Cruz Roja.
La mujer del huipil, la tehuana de colores afrutados, había desaparecido. En su lugar estaba una enfermera rechoncha y cachetona que al verla despertar le dijo con alegría:
¿¡Ya has despertado, niña?! Es una buena señal. Ahora debes permanecer tranquila para aliviarte pronto... Por desgracia, la mujer se equivocó: pasó un mes en el hospital y tres más en su casa. Su columna vertebral se fracturó en tres pedazos. Tenía rota la clavícula, las costillas y la pelvis. Y once fracturas en la pierna derecha. El doctor opinaba que era un milagro que siguiese viva.
LA FIESTA DE LOS MUERTOS
Los mexicanos nos reímos de la muerte. Cualquier pretexto es bueno para la pachanga. El nacimiento y la muerte son los momentos más importantes en nuestra vida. La muerte es luto y alegría. Tragedia y diversión. Para convivir con la hora final hacemos nuestro pan de huesitos azucarados, redondo, como el ciclo de la vida; y al centro, el cráneo. Dulce, pero mortuorio. Esa soy yo.
2006,2016, AUTORA: F.G HAGHENBECK.
Bajo el seudónimo de: Alexandra Sheiman,
Titulo de libro: Hierba Santa.
Extracto del libro: CAPITULO V
Primera edición: agosto del 2009
Primer edición en esta presentación: febrero de 2016
ISBN:978-607-07-3311-6
2009, 2016, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.
Bajo el sello editorial de PLANETA M.R.
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